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Acostado, También Come el Hombre



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Betina
Fernandez Mattio



Si su mayor fantasía es comer recostado en una cama acompañado de amigos, desde el pasado mes de diciembre, Madrid ya cuenta con un restaurante con camas a su disposición: Laydown es la clave.

La idea no resulta tan estrambótica si pensamos que hace ya más de 15 años esta experiencia de un restaurante, donde las tradicionales y aburguesadas mesas y sillas han dejado lugar a inmensas y pulcras camas, existe en otras ciudades del mundo. De siempre se ha sabido que la posición horizontal es buena compañera a la hora de estimular los sentidos, y la imaginación no tiene límites. Esta idea la han concretado tres amigos, que pensaron que algo le faltaba a Madrid. Pepe Fernández, Nacho Fernández y Juanma Cortés son los creadores de este nuevo espacio ubicado en un lugar casi estratégico del centro de Madrid, donde la Gran Vía se despide dando paso a la Plaza España.



Los preliminares para acceder al restaurante son tan peculiares como el lugar al que estoy invitada. La cita es a las diez de la noche de un sábado. El centenario Mercado de los Mostenses me sirve de referente, y un edificio de los años sesenta, esos que la historia ha denigrado hasta hacerlo olvidable por sus propios habitantes, es el pasadizo para llegar a la entrada del restaurante. Desciendo unas escaleras y repentinamente se abre la puerta. Una luminosidad celestial me devuelve como una imagen especular, el estremecedor blanco del interior.

Ya en la sala principal se desarrolla la escena más importante: una cena en casa, donde los invitados ya se encuentran en pleno banquete. La música, seleccionada con una estrategia idónea, hace de excelente anfitriona y luego de las presentaciones me invitan a hacerme un lugar en una de las camas. ?Es un lugar para gente de cualquier edad, open minded ?de mente abierta-, donde venir y relajarse. Descalzarte ni bien llegar es romper un poco los esquemas que tiene un restaurante convencional?, me responde Juanma cuando le pregunto sobre cómo definir este lugar. Mi exclusivo anfitrión me explica con una calidez y simpatía espontánea todo sobre el lugar. Y como alumna aplicada, me saco las botas, y las dejo en el lugar especialmente diseñado para ellas. Decido recostarme en una de las camas más pequeñas. Las más grandes, que ocupan el centro del salón, se encuentran en pleno movimiento. El ambiente me recuerda a la escena de un film que podría elegir al azar y el argumento podría ser más o menos así: los ángeles disfrutan de su vida diaria en el cielo hasta que una nueva misión los llevará a la tierra. Estratégicos leds dan diferentes tonalidades en sincronía con el ritmo que la cena va llevando...

María Jesús Martín, la jefe de sala, es la pitonisa que con una excelente profesionalidad, desvela cual será el gusto de cada invitado. Los aperitivos y cócteles que dan la bienvenida han sido bendecidos por sus delicadas manos. Si todavía quedan huellas de inhibición, es buen momento de dejarlo guardado con los zapatos, debajo de la cama y entregarse al puro placer. El menú cambia todos los días y el jefe de cocina ha definido que la cocina mediterránea de autor era la mejor opción para un lugar ?transgresor? para los más puristas en este arte. La paleta entrega infinidad de sabores y texturas. Un día puede sorprender una ensalada de nueces acarameladas con queso de cabra ó una tosta caliente de pera y queso camembert con ensaladita verde. Un arroz con setas Shitake ó brochetitas de pollo dos salsas. Con el plato principal siempre se podrá optar por carne, pescado o verduras. Ese sábado me dan a elegir puntas de solomillo con salsa de oporto y verduras saltadas, lubina en papillote con tomates frescos y hierbas o pimientos rellenos de espinacas y tomates. La tendencia a buscar sabores originales, sin mayores condimentos, aquí se encuentra a la orden del día.



Al mediodía, también se puede elegir esta relajada manera de comer. El público es muy diferente. Hombres con traje o chicas de elegante falda y chaqueta se presentan sin previo aviso y pueden optar por un menú que costará doce euros o platos a la carta para entregarse, a los postres, a los brazos de Morfeo para los más soñadores ó a una breve siesta si el tiempo se los permite, para los más terrenales. El clima es más relajado y ya son varios, los comensales frecuentes que eligen este regalo ?onírico? para alejarse del frenético día en la ciudad. Y si en la variedad está el gusto, a Laydown le sobran opciones a la hora de elegir programa.

Las temáticas son otra especialidad del lugar. La noche no sólo se ha pensado para dormir, por eso los martes están dedicados al cine, los miércoles a la música latina y los jueves a las nuevas tendencias. Así se puede escuchar a un DJ en vivo, que juega con las bandejas mientras los camareros, vestidos también de blanco, atienden los deseos de los invitados. El clima relajado del lugar permite disfrutar cada planto ?al dente?. O escuchar música italiana de los años sesenta de la voz de una cantante desconocida. Todo puede ser en este lugar. No hay apuros y como me asegura Juanma: ?una buena comida regada de un buen vino es la mejor prescripción para dejar de lado los prejuicios y entregarse al puro disfrute?. Las camas están rodeadas de mullidos cojines y una pequeña mesa de metacrilato ?blanca por supuesto? es el asterisco para recordar que allí la recomendación es apoyar sólo el cuerpo sobre las sábanas colocadas ex profeso ó una de las excusas con más peso para recostarse y sentirse libre de las corazas que le imponemos a nuestro cuerpo. Puedes estirar las piernas o cruzarlas o lo que te apetezca: cada comensal elegirá lo que más cómodo le siente.

El blanco de la planta baja es el contrapunto del rojo apasionado que envuelve la primera planta, donde están los baños mixtos, el guardarropa y los camerinos de los actores. Así que según entras ya puedes comenzar a disfrutar de una puesta en escena entre el cielo y el infierno. La idea fue concebir un lugar espacioso para el área de comer, por eso el blanco, que induce a la tranquilidad. El rojo estimulante, según sus dueños, ha sido pensado con aires de un cabaret, toda exuberancia, se mire por donde se mire. El contraste de colores me traslada a la película de Peter Greenaway, ?El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante?, un film que no sólo se llevó premios en sus años sino que impactó de diferentes maneras en el público, desde la admiración más aclamada hasta el desprecio más desgarrador. Esta opción es diferente, no hay finales tan escatológicos como en el film del realizador británico.

Y si todavía hay excusas a la hora de hacer una reserva, las sábanas se cambian luego de cada servicio y la pulcritud de cada objeto que hace acto de presencia, descarta cualquier actitud histérica, si esa fuera una excusa para algún freudiano extraviado. Los postres son otro pecado venial que están para disfrutarlos sin ningún sentimiento de culpa, que también recomiendo dejar en la puerta. Tartas, helados, chocolate, praliné, especias y frutas se fusionan en encuentros sensuales para extasiarnos con sabores que dejan nuestro cuerpo en un estado de pleno e indecible éxtasis.

Concavidades que descubren sensaciones hasta ahora desconocidas. La invitación está hecha, para quienes buscan nuevas experiencias: el lugar, es uno de los más apropiados. Para los más tradicionales, mejor abstenerse. No quisiera ser la culpable de vuestro completo derrumbe moral... ya que cuando los sentidos se despiertan, les será imposible volver a ser los mismos. ¡Aunque yo les avisé!

Laydown. Plaza Mostenses 9,
28015 Madrid
Teléfono 34 915 487 937
http://www.laydown.es



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