Apício, el mayor gastrónomo del imperio romano, estaba a puntito de sucumbir al éxtasis. Recostado en su diván, con la brisilla del mar y el solcete acariciando sus orondas mejillas no cabía en si de gozo. Llevaba un rato dando vueltas y ensalivando una ostra y ya no podía distinguirla en su boca rebosante de mar. Sabía por su experiencia que había llegado el momento de la traca final. Colocó el bicho al fondo de su mandíbula y de un certero mordisco rompió su hígado, ¡¡¡splás!!! Una explosión de furor salino le estremeció; cuando más sabor y placer parecían imposibles, se multiplicaron por mil, y tras unos instantes de placer extremo; con una sonrisa bobalicona tragó lo poco que ya le quedaba de bocado.
Sinónimo de gula y afrodisíaco por antonomasia los gourmet y glotones de todos los tiempos han sentido veneración por ellas, y para muestra ahí van estas perlas:
El emperador romano Vitelio engullía 1200 diarias para almorzar.
María Antonieta niña bien, manirrota y consentida, hacía llevar a su palacio de Versalles carros repletos para conservarse en todo momento en plena forma sexual.
El mismísimo Brillat-Savarin las adoraba como aperitivo infinito y las lloró con nostalgia el día que su cantidad empezó a mermar en Francia, como explica en su "fisiología del gusto": "? y en cada sitio 2 docenas de ostras con un limón lustroso y dorado ?!Ay de mí. ¡Casi todos los almuerzos de ostras tan frecuentes y alegres en otros tiempos han desaparecido; desayunos donde se tragaban ostras por millares ya no existen?".
No podemos olvidar a el gran Giacomo Casanova, desmesurado conquistador y sibarita que las usaba como arma infalible de seducción al ofrecérselas a sus amiguitas en una personalísima receta que tenía por título "ostras recibidas de la boca del amante". ¡Alucinante!
Existen cientos de clases de ostras, pero los tipos más consumidos son 2; las planas, con su textura suave y sabor sutil, y las portuguesas u hondas de tacto más grosero y un sabor marino casi obsceno, quizá excesivo para los paladares de hoy día.
Santi, un colega ostrofilo con el que suelo charlar de estas cosas del buen comer, y que enloquece cuando le plantan en la mesa una docenita de ostras, me ha dicho, y en estas cosas se puede confiar en él, que sin dudarlo las mejores del mundo son las planas de Belon, de la costa bretona, aunque a decir verdad, planas u hondas, grandes o pequeñas, todas son un deleite.
Para comer ostras lo mejor es ir a un restaurante donde suelan prepararlas, pero si nos apetece liarnos la manta a la cabeza y echarnos un largo, para comerlas en casa hay que tener en cuenta algún detalle importante:
Las ostras hay que consumirlas muy, muy frescas, tienen que estar vivitas y coleando y esto se sabe porque sus valvas están bien cerradas.
Para su correcta conservación hay que almacenarlas bien prietas unas encima de otras y con el hueco de la concha hacia abajo en un lugar fresco y aireado.
Bien cuidadas sobrevivirán exultantes hasta una semana después de sacarlas del agua.
Abrirlas requiere algo de práctica y no está exento de riesgo, cuidado las primeras veces.
Hablar de ostras pues, es hablar de mar, de yodo, de algas, de sabores intensos a la par que sutiles. Es un alimento radical, se adora o se aborrece, no hay término medio, pero es que cuando gustan ¡¡¡ Ay!!!, abiertas por una mano experta que no las dañe, su aroma se desparrama y embriaga al comensal que no le queda otra que salivar alucinado de tal potencia y refinamiento, y al deslizarlas a la boca, crudas, vivas, palpitantes, la inundan de un pedazo de mar tierno, resbaladizo, sugerente, lujurioso?
Buscadora de cosas ricas, ya sean desayunos, comidas o meriendas. Por los Madriles y alrededores. Y productos. Que no todo es salir, a veces cocino en casa.
Se formó en la escuela de hostelería de la Casa de Campo en Madrid del 1992 al 1995. Tras graduarse empezó su trayectoria profesional como 2º de cocina en el restaurante Paradis (1995-1997).
Cocina Hermanos Torres is accoladed with two stars by Guide Michelin, a maximum three Repsol Suns by the most important Spanish dining guide and a green Michelin star for their sustainable efforts.
Incluir en su carta recetas de nuestros mayores, revisadas con su instinto creativo, conservar los sabores y comidas de nuestra huerta y de cocinar con productos tradicionales, le ha servido para convertir a Almoradí en un referente comarcal a nivel gastr