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¿Confiar en un Extraño O Ir a Lo Seguro?


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Lourdes Verger
*Manteles y Sábanas* y *Ella come sola*



Es gratificante tener el conocimiento de ciertas cosas, amistades, lugares, que nunca te van a fallar? y saber que van a estar ahí en un momento en el que no sabes qué hacer con tu cuerpo. Esas llamadas de teléfono que puedes realizar a cualquier hora del día, ese libro que siempre parece tener las palabras justas para poner un parche en nuestra parte izquierda del cerebro. Esa botella de ron, insaciable de hielo. Esa cajetilla (muy mal) escondida de cigarrillos, reservada para primeros auxilios?, o cuando sales de una obra de teatro que ha durado más, que llegar a comprender y asimilar, que por muy dura que fue tu infancia, fue, ya pasó, y que todo aquello que no entendías de niño y todas las decisiones que tomaron por ti, ahora puedes entenderlo y tomarlas tú mismo? pues? que? ¿por dónde iba?...

Ah sí, salíamos del teatro a unas horas intempestivas. Los que habían actuado lucían sonrisa, no tenían cara, sólo sonrisa, y podrían haber hecho cualquier cosa en ese momento? Pero por fortuna, los que se habían limitado a sacar fotos desde la platea, fueron sensatos y decidieron que era mejor ir a cenar algo, antes de que nos lanzáramos al cuello los unos a los otros, o mucho peor, que nos entrara irascibilidad con el hambre?

Uno de ellos propuso, muy acertadamente ir al restaurante Flash Flash, porque tiene la cocina abierta hasta la 1.30 am. Es una tortillería, con una dilatada pluralidad en ellas, incluso la mallorquina, (sa roqueta?) que va con sobrasada como era de esperar. Prácticamente todos pedimos tortillas a excepción de alguna hamburguesa. La mía fue de trufa negra y queso. Un espectáculo, pero las hubiera probado todas?, que tampoco es plan. Todo bien cuidado, en un ambiente blanco y negro, muy cool. Lo reconozco, me gustó mucho.

De nuevo otro homólogo entre la comida y el amor. ¿Qué es más inteligente: seguir al corazón o a la cabeza, en las relaciones? Porque, claro, no suelen ir de la mano. Racionalmente buscamos cobijo, pero emocionalmente nos pierde el riesgo, ¿verdad? ¿Y qué pasa cuando tenemos la carta en nuestras manos, y el camarero nos ofrece algo fuera de carta? La cabeza nos dice que mejor dejarse de experimentos, y que tal vez nos lo aconseja porque hay que sacarlo? pero ¿y si es honrado y realmente me voy a chupar los dedos? ¿Confiar en un extraño o ir a lo seguro? Confío en ese chico que parece encantador, inteligente y con sentido del humor, o me aprieto el cinturón porque será como todos? El optimista y sensible corazón grita "¡inténtalo! ¡pruébalo! ¿qué puedes perder?..." Ufff que ¿qué puedo perder? Si hablamos de comida, que no vuelva a este restaurante porque no me gusta que me vendan la moto, ya tengo una, muy chula por cierto, ¡y mi amigo también! Y si hablamos del corazón? ya se me acabó el bote de superglú y ahora ando con cinta americana negra?, se notan más los arañazos y golpes, pero es más segura? Bueno, sr. camarero, tras toda esta prosa, ¿está seguro de que su insistencia por ese plato fuera de carta tiene fundamento? Es que soy muy pasional y caigo una y otra vez. ¡Tenga piedad! Para cerrar la historia añadir que este sr. camarero no acertó ni una, pobre, pero es que ni u-na.

Nuevamente me encuentro en el centro, tras un concierto, (oh! qué concierto), pero no hemos cenado. Diez minutos más tarde estamos en el Corazón Loco. El camarero mientras nos acompaña a la mesa me sugiere que mejor esta mesa, en lugar de, en la que yo ya había posado mi bolso, porque, ?el aire acondicionado cae justo ahí?. No tenemos ninguna intención de llevarle la contraria de modo que nos acomodamos dónde él nos aconseja. Echo un vistazo a mi alrededor como buena observadora/chafardera/antropóloga que soy, y me resulta curioso que están todas algo revenidas de frío, con los brazos cruzados, la suertuda con chaquetilla bien abrochada, y el resto, y más gracioso todavía, unas bellas damas con camisetas de tirantes, porque no hay que olvidar que estamos en julio, con servilletas abiertas en todos sus pliegues enganchadas en los tirantes y que permitían de esta manera poder mantener protegidos hasta los codos. Los varones como si nada. Media botella de vino y un plato más tarde, yo?, yo me sorprendí desplegando la servilleta y ataviándomela entre el vestido con palabra de honor? No tuve coraje de tomar nada más, sólo deseaba salir a la calle y que el calorcito me abrazara. Una pena, porque con ese malestar no recuerdo ni lo que comí.

Mi consejo de este mes, sin ánimo de aconsejar sino de compartir, es que, por más que traten de pisotearnos nuestras flores, deshojar las rosas cruelmente o vender nuestro jardín, lo que nunca podrán hacer es evitar que vuelva la primavera, pues eso, que pase lo que pase? la primavera volverá.

Contacto:
binidelu@hotmail.com



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