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En Verano Muchos Hacen su Agosto


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Matteo Gaffoglio
Comunicador y experto en gastronomía



Cada año, cuando llega el verano, se movilizan no sólo los veraneantes italianos y extranjeros, sino también con ellos un ejército de personas que en vez de hacer trabajos con honradez, aunque tal vez humildes, se prodigan en realizar actos ilícitos que van desde las trampas, astucias, engaños, etc. El repertorio es infinito, desde los desplumados al juego o al restaurante, o aquellos que disfrutan las nuevas tecnologías cabalgando la ola de internet, porque los estafadores son los primeros en adecuarse a los tiempos modernos. En estas líneas se subrayan algunas estafas que conciernen al turismo y la actividad hotelera, bares y restaurantes.

El verano va menguando y toda la prensa, radio, televisión nacional y local, todos los días emite informes, a la manera de los boletines de guerra, pasando en reseña todo lo que sucede en la península en tema de fraudes sobre el turismo. Un surtido tan vasto y escalofriante de casos, al límite del increíble y del sin fin.

Por lo visto, los extranjeros son las presas más preferidas por los estafadores, que no se encuentran sólo en Roma, sino en cualquier parte como demuestran las investigaciones en las principales ciudades de arte.

Primero destaca el caso que hizo mover nada menos que la ministro del Turismo, Doña Michela Vittoria Brambilla. En la trattoría (fonda) ?Il Passetto? de Roma, dos novios japoneses por dos almuerzos le hicieron pagar 695 ? inclusive 115 ? de propina colada de manera arbitraria. Por supuesto la prensa japonesa no se quedó callada. Inmediatamente la ministro Brambilla invitó a los novios a volver a Roma ofreciéndoles estancia con viaje de ida y vuelta. Los novios lo agradecieron pero no aceptaron.

El caso extremo es aquel de Barbara, una mujer de 37 años de Milán que al presentarle la cuenta se quedó de piedra. Ella quería nada más que festejar el cumpleaños de su novio con una cena un poquito especial, pero sin deber de pagar una cifra exorbitante. La cuenta reportaba: 2 cubiertos 20 ?, 4 botellas de agua 24 ?, 6 cigalas 300 ?, 6 langostinos 90 ?, un plateau con 6 ostras 70 ?, 2 bourguignonne de pescado 380 ?, una fondue de fruta 30 ?, un Zacapa (chato de ron) 40 ?. Total 954 ?. El lugar Barbara lo había elegido en Internet, buscaba aquellos que preparan la bourguignonne, y le salió el restaurante Malmaison ubicado en el casco antiguo del centro de Milán.

Barbara sabía, por lo menos en parte, qué le esperaba, pero de lo mismo se sentía defraudada. Y subrayó que el camarero les quitó los menús apenas hicieron el pedido, preguntando si deseaban entremeses durante la espera, que aceptaron. Jamás hubiéramos pensado que fueran tan costosos, todavía dijo Barbara. Y pagó sin decir nada,



admitiendo que no quería arruinar la velada por no arriesgar una riña, cosa muy probable si lo hubiera dicho a su compañero. Y ella también, como las otras innumerables personas defraudadas, fue a presentar queja a la Altro-consumo y a la policía fiscal. Por su parte, el patrón del Malmaison, confirma: "Es todo regular, han comido langostinos llegados todavía vivos desde Mazara (Sicilia), langostas de Cerdeña, atún, espada, lubina, etc. De 3 a 4 Kg de alimentos. Los entremeses los han pedido ellos, yo mismo fui sorprendido de la cantidad de platos que han pedido. Somos un restaurante de los mejores de Milán. Tenemos un ambiente exclusivo con cubiertos de plata y oro y 600 velas encendidas cada noche. Hay gente que come caviar y gasta también 3.000 ?. Estamos abiertos desde 3 años y es la segunda persona que se queja"?

¿Y que decir de la cena más cara del mundo que acabó en el tribunal? Tallarines, huevos al plato, abundante trufa de Alba (la más cara), óptimo vino y otras cositas más. Cena para buenos entendedores. Estamos en un restaurante de los mejores en Italia, Da Cracco, en Milano. Sólo que cuando llegó la cuenta de 4.140 ? presentada a un importante manager de una gran sociedad, tuvieron que intervenir los carabineros, antes que patrón y cliente llegasen a las manos. Pues tocó a los abogados. Ahora el todo está en manos de los jueces civiles, que desde entonces, todavía no se han pronunciado, y que deberán establecer quién deberá beber el amargo cáliz del resarcimiento. Sucedió el 13 de diciembre del año pasado, el manager asiduo cliente, gran degustador de trufa, recordaba que el año precedente había pagado la mitad. Esta vez la trufa (a 10,9 ? el gramo) no fue pesada en la mesa (como se debería hacer) ni antes ni después. El patrón sostiene haber servido 300 g de trufa, pero no hay pruebas, porque no hubo control de la cantidad de trufa que el camarero sirvió a los clientes (y esto es muy grave). El patrón Carlo Cracco confirma que la pesada contrariamente a cuanto expuesto, ha sido efectuada directamente a la mesa; y habla de incivil, porque las personas civiles pagan lo que compran, mientras el manager no pagó y así fue denunciado. Pero envió unos días después un talón de 2.000 ? que fue rechazado.

De este paso, del no controlar con el peso las cantidades, el no respetar los precios impuestos y, peor todavía, hacerlos según la nacionalidad de los clientes, muchos hacen su agosto. Se los ve por doquier. En Roma, es notorio, que a los turistas se los despluman desde la llegada a la salida, así va diciendo la gente. Los taxistas que no utilizan los taxímetros: desde el aeropuerto Fiumicino al centro de Roma son 40 ?, precio impuesto, pero los deshonestos piden hasta 150-200 ?. El sablazo empieza ya al desayuno, 14 ? para 2 cappuccini y 2 croissant en la plaza Santa María Maggiore de Roma. En la plaza Navona la cuenta para una pizza margherita y una mineral era de 11 ?, aumentados a 18 ? con la voz de pan y servicio (¿qué pinta el pan con la pizza?), no siendo especificado en el menú. Una vez sentados a la mesa los precios hinchan, el truco está sobre los varios extras, como una carrafa de agua depurada del grifo 3 ?.

La ley regional prohíbe de cobrar el cubierto, sin embargo, no obstante sanciones de 2.500 a 7.500 ?, hay quien que se aprovecha, como confirma la asociación de consumidores Aduc-Lazio, que señala la falta de exponer el menú, propedéutico a un incontrolable sablazo. Coadyudada por la falta de exposición de precios, a la mítica Fontana de Trevi, los vendedores de botellitas de agua, sin la sombra de una lista de precios, piden 2,50 ?. El agua está al vértice de las quejas, confirma un guía turístico, y hay también quien pretende 5 ?. Alrededor del Vaticano, los precios suben si los clientes son extranjeros. Con pequeñas miserables astucias adoptadas en los bares-cafés, si son romanos 70-80 céntimos un café y 90 un cappuccino, aumentado para los turistas a 1 ? y 1,50.

En Milán el truco está en la vista, es decir, el panorama. Sentados en un bar con vista la Madonnina, en la plaza del Duomo, un café con un vaso de agua: 6,50 ?, como está especificado en el menú. En la Galleria Vittorio Emanuele, que es el salón elegante de la ciudad, con locales refinados, el menú degustación supera fácilmente los 110 ?. No son precios sablazos, son los precios que la alta categoría de los locales deben tener. Está claro que quien no pueda permitirse precios altos no le queda que buscar locales de nivel más bajo. Desde luego en todo el mundo es así. También en Florencia las cuentas de los restaurante aumentan según la nacionalidad de los clientes. A menudo los más afortunados son los franceses y los españoles cuyo recargo en las cuentas es alrededor del 20%. Con los ingleses y canadienses el porcentaje sube al 30%. Mientras americanos y japoneses llega al 60%.

Para reentrar en los gastos, entonces, los touroperadores desde hace unos seis meses organizan las comidas y las compras de souvenir, fuera de los centros de las ciudades, donde la calidad de los restaurantes es buena, el servicio eficiente con precios más bajos. Sobre todo se evitan malas sorpresas al final. La alternativa a un probable sablazo es el panino (bocadillo), en efecto, mientras que las mesas de los locales chic de plaza de la Signoría están casi vacíos, a pocos metros de distancia se forman filas de extranjeros frente a dos panaderías del centro histórico de Milán. Pero hay también restaurantes menos caros donde sugieren platos especiales como los de la cocina moderna para aumentar la cuenta.

En Venecia la situación precios es la misma. Sentados en los dehors de plaza San Marco y saborear un café no cuesta menos de 6.50 ?, un cappuccino 8 ?, una bebida o cerveza 10 ?, un cóctel 16 ?. Y si en ese momento suena una orquestra hay un suplemento de 6 ? por persona. Hoy en día pequeñas y grandes trampas parecen menos frecuentes: mérito de la concurrencia, probablemente también por el hecho que muchos turistas son más precavidos y más atentos a los pequeños trucos de los precios. Es también buena norma para los turistas que tengan siempre presente que una cosa es tomar una bebida, de pie en la barra, otra cosa es estar sentados y muy cómodos en un bonito dehors al aire libre en una bella plaza, servido por un camarero, donde el ejerciente paga también para el utilizo del suelo publico, todo en favor de su clientela, pero que, a su vez, la clientela corresponda de pagar ese pequeño aumento.

En la capital del Piamonte, Turín, la metamorfosis turística de la ciudad estalló durante las Olimpiadas invernales del 2006. Con la avalancha de turistas y aficionados de los deportes llegaron desde todo el mundo, y con ellos también emergieron las primeras ?tourist trap?: pizza 12 ?, chocolate 8 ?, ensalada mixta 15 ?, etc. Terminados que fueron los juegos olímpicos el buen sentido presupone que los precios volviesen a los de antes, pero, quien lo esperaba, se quedó esperando. Los aumentos han sido mantenidos. Es más, el 30% de los restaurantes y el 45% de los hoteles han aumentados las tarifas en la medida decididamente superior de la inflación. Los ejercicios del centro, via Roma y plaza Castello, en el interior un aviso especifica que a los precios, en ocasión de importantes eventos, nocturnos y festividades, viene aplicada un aumento del 100 por ciento. De manera que un café de 2 a 4 ?, un zumo de fruta de 3,5 a 7?. En la muy central plaza San Carlo un espresso 1 ? al banco y sentados en el dehors 3,10 ?, un aperitivo con un cáliz de espumante 13 ?, etc.

Sería muy oportuno que los turistas y clientes de restaurantes antes de entrar o de sentarse a una mesa de un local, den un vistazo al menú o lista que sea, controlando los platos y posiblemente enterarse del tipo de cocina que elabora ese local si es tradicional o moderno, o por lo menos que sea la que apetece. Hay que ser explícitos en el pedido especificando correctamente lo que se desea comer y beber. Si no se tiene confianza con el patrón nunca dejarle a él elegir los platos, mejor hacerse explicar muy claro la composición del plato y, cuidado si propone algo para picar en la espera del plato pedido, podría costar muy caro. Al momento de la cuenta controlar cada voz, como hacen en los países anglosajones antes de hacer el total. Pretender ser elegantes por no controlar, porque puede ser en el mismo tiempo incómodo, es nada más que una mala costumbre italiana, y los titulares lo saben e intuyen el tipo de cliente que no se atreverá contestar; desde allí, para alguien, ¡el sablazo está servido!



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