6966 recetas de cocina   |   17318 noticias de gastronomia   |   579 autores   |   21 empresas



Cocinero en Serie (Capítulo Iv, 3ª Entrega)


share by WhatsApp

Jordi Gimeno



Al cabo de un rato, ya sabía quién trabajaba con él, dos mujeres bajitas, fuertes y cincuentonas. Mujeres para todo, lavar, cargar y cocinar. Las vio entrar a las ocho y, desde ese momento, no habían parado ni un minuto. A veces el cocinero salía al patio trasero a dar unas caladas al cigarrillo para relajarse unos instantes, nunca se lo fumaba entero y volando entraba de nuevo en la cocina. Desde su escondite no se podía ver la cocina pero los años de oficio le permitían imaginársela, relativamente nueva y muy pulcra, como aquel cocinero que comenzaba a conocer. Un buen muchacho muy trabajador y que sabía cocinar. Tenía que terminar rápido, antes de que empezara a compadecerse de él.

Fueron generosos con él y dejaron la puerta abierta durante todo el día, nunca pasaba media hora sin que alguien saliese de la cocina y transitase por el almacén o el patio; lo que más interesó a Pere fue esa placa de hierro en medio del economato, un acceso al sótano. La tapa debía ser muy pesada, tal como demostraba el esfuerzo de las mujeres para levantarla. Esa pequeña entrada de poco más de un metro a ras de suelo dio una idea a Pere.

A eso de las cuatro y media las mujeres se largaron, no sin antes dejarlo todo bien limpio. Diez minutos más tarde apareció el cocinero dando unos últimos vistazos al almacén, seguramente repasaba los pedidos para el día siguiente. A las seis de la tarde se apagaron las luces del restaurante y Pere pensó que había llegado el momento de volver a casa, realmente había sido un jueves agotador.

Era viernes y estaba contento, Paco había decidido que el sábado llevaría a su mujer a cenar a un nuevo restaurante en los límites de la comarca. Le habían hablado muy bien, decían que se hacía una cocina diferente y original, muy ligada a la tierra pero con fundamentos modernos y a años luz de la típica carne a la brasa.

Blas, el emprendedor, le había comentado a Paco la posibilidad de crear un menú ejecutivo a 1.800 pesetas, unos platos que serían servidos en un reservado donde ahora sólo había trastos. Paco no lo tenía tan claro, las paredes eran muy delgadas y los selectos clientes apenas notarían la separación del gran comedor popular; además, por el dinero que podía reportar, se arriesgaban a perder rapidez. El socio camarero sólo pensaba en crecer y, de este modo, cambiar rápidamente el lazo por una corbata italiana y ser un empresario creíble.

Eran amigos y lo serían siempre, pero Paco notaba cómo su socio se iba hinchando, cada vez mandaba más e insistía en delimitar las parcelas de cada cual, lo que significaba, Paco a la cocina y todo lo demás para él. Para no discutir, Paco adoptaba una actitud pasiva y se concentraba en las comidas. No obstante, la idea del restaurante con diez o doce mesas iba creciendo en su interior cada día más aunque el sueño debería esperar.

Como era costumbre todos los viernes, debido al turno seguido de muchas empresas, el trabajo disminuía, ese era el único día que, alrededor de las tres y pasado el primer fogonazo de trabajo, podía dejar solas a las mujeres en la cocina. Salió al patio, encendió un cigarrillo, hacía un día precioso a pesar de que hierro, asfalto y cemento se empeñasen en esconderlo; se notaba que era primavera. Le pareció captar un movimiento extraño en una de las ventanas de la nave abandonada, pero no le dio importancia, quizá fue un gato, y volvió a la cocina que hacían las señoras. Cuando él no estaba, Blas aprovechaba para dar lecciones y, si era necesario, pegar algún grito. Las mujeres, ya de vuelta, aguantaban sin rechistar, conscientes que se trataba tan sólo de un numerito.

Con los últimos pinchos de lomo y verduras y un atún a la plancha acabaron el servicio, eran casi las cuatro y no tenía ni idea de lo que daría para el menú del lunes, y eso no era normal en él. Estaba ansioso por llegar a casa, dio prisa a Dolores y María para recoger y preparó los pedidos. Terminó como un rayo y sin verificaciones. Estaba a punto de ir hacía el coche cuando se preguntó si las mujeres habrían cerrado el gas, a menudo se olvidaban. Satisfecho de cómo brillaba la cocina, la cruzó y se dirigió hacia donde estaba la llave de paso, o sea al almacén. Tenía prisa, iba rápido, tanto que no vio el agujero sin tapar de la bodega o lo vio demasiado tarde, y la gravedad lo absorbió.
Dos metros de caída libre y, después, un golpe duro y seco, no perdió el conocimiento pero no podía mover un solo músculo, un dolor más grande que el mundo le recorrió todo el cuerpo, mientras se preguntaba quién había olvidado cerrar la tapa. Intentó gritar pero no pudo, quiso mirar hacía arriba pero no podía girar el cuello...

Continuará...


  0 COMENTARIOS




SÍGUENOS
          
SUBSCRÍBETE





AFUEGOLENTO EMPLEO

AUTOR DESTACADO

   

Albert Adrià

Redes sociales: https://www.instagram.com/enigma_albertadria/ https://www.instagram.com/albertadriaprojects/

3 recetas publicadas

Ver blog del autor














Desde 1996, el magazine gastronómico en internet.


© 1996 - 2024. 29 años. Todos los derechos reservados.
SUBSCRÍBETE

Recibe las novedades de A Fuego Lento


SÍGUENOS