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Qué Hambre...


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Sandra
¡Quiero chup chup de la cazuela!



Iniciaré esta reflexión con un apunte a un hecho trivial cotidiano y simple sin ninguna gracia, pero algo ilustrativo de lo que quiero explicar, que es relativamente simple. El gallego, dueño del bar restaurante Loro Blanco, salió un día raudo y veloz por la puerta y volvió con igual rapidez, adentrándose en la barra del bar con un suspiro. En ese momento señaló a los presentes (con acento gallego): tenía que ver mi coche (esto fue un día cualquiera no hace mucho tiempo por la noche). Lo tenía mal aparcado delante de un vado permanente y en cualquier momento podía venir la grúa a retirarlo. Aquí termina. La cuestión que cabía reflejar es que Cándido, mi buen amigo elegido para ilustrar esta insignificancia, salió por la puerta del bar motivado (que viene de motor) y que eso significa que de algún modo iba tras un fin. Aritstóteles, un griego que se ha hecho famoso, del que se oye hablar en la escuela, por lo que se cuenta de él, bien podría haber pensado lo mismo. Siempre resulta curioso observar en la propia experiencia que se coincide con alguien como Aristóteles, un personaje tan importante, tan conocido, tan peculiar.

Como iba diciendo, el fin de las cosas (por tanto la ausencia del porque sí) se demuestra o encuentra entre otras cosas, en el lenguaje. Por ejemplo frases como "vengo de ver a Rocío que estaba en su casa haciendo una sopa", "estuve con mi querido Ignacio tomando café con leche" o "salí a comer unas gambas", revelan un fin en la acción, pero cual, ¿ver a Rocío? ¿comerse las gambas? (¿tendrían mayonesa?). Quizá el fin último no es evidente a simple vista y hay fines ocultos tras los fines evidentes que cabe descubrir. Esta es la cuestión.


El proceso de tensión, distensión
Mi arriesgada idea es que en los individuos el fin último de diversidad de acciones se produce por un vital y esencial proceso de tensión inicial interna y saciedad de la tensión posterior en una acción hacia fuera, casi exclusivamente. Creo que podría ser esta la causa última que explica todas las acciones de las personas en apariencia diversas. Siendo así, el descubrimiento resulta muy interesante, anda que no. Por ejemplo, al individuo se le despierta el hambre y se genera una tensión en el estómago. A continuación, de forma inevitable, se le despiertan los cinco sentidos para saciarla (y se come lo que haga falta, mejor algo rico como un buen flan de rovellons o unos canalones bien envueltos de bechamel que no un mendrugo de pan seco que estaba olvidado en la panera, aunque también vale). Tensión: veo un donut de crema en la calle. Distensión: lo compro y me lo zampo. Tensión: el vecino en el ascensor lleva una pizza caliente en una caja que desprende olor sabroso. Distensión: miro para otro lado Tensión: el compañero de una señala "mira qué ricas uvas te he traído" Distensión: cojo el racimo rápidamente y lo meto en agua para limpiarlo y tomármelo con queso, si es que queda.

La cosa tiene más gracia porque igual que se despierta la tensión con el hambre y se desencadena un pensamiento como "voy a comer algo" o "¿dónde está la sopa?(si se tiene localizado el objeto de deseo que sacia el hambre), se siente atracción hacia una persona y uno se pone nervioso (en este caso pasan muchas cosas) y siente el deseo de acercarse a esa persona para establecer el contacto y ver si la cosa desemboca en una aventura, un amor o en el matrimonio, pero en alguna cosa en concreto. El proceso es el mismo.

Igual sucede con las preguntas. Es algo así como que resulta incómodo no saber las cosas sobre aquello que despierta interés en el individuo, y las preguntas surgen como formas de saciar la sed de conocimiento que se despierta en contacto con la realidad: ¿Quién se ha comido mi trozo de pizza congelada?, o bien, ¿Ese restaurante que hace esquina cómo se llama? ¿no es el de Manolo? o bien, ¿Por qué no le pones zanahoria a la sopa si tenemos 10 kilos de zanahorias en la nevera guardados? etc etc etc.

En fin, este artículo ha apuntado a la relación entre la gastronomía y los procesos psicológicos, que existe, sin duda, pero no hay nada como ir a comer para estar en contacto con lo esencial de la vida.



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