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Primeras Noticias sobre la Piña Tropical


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Julio Valles Rojo



La piña tropical es una de las novedades comestibles del nuevo mundo que más éxito tienen en la actualidad y sin embargo no se corresponde con la poca importancia dada por los colonizadores y por los europeos en el viejo continente a raíz del Descubrimiento. Hay varios factores que pueden justificar este hecho, en primer lugar la poca costumbre de comer frutas por parte de los españoles, influido por varias circunstancias: eran caras para los de bajo poder adquisitivo y consideradas como alimento secundario, en general, por los más poderosos; en segundo lugar, el largo tiempo de transporte en los barcos de piezas muy delicadas procedentes de America hacía que llegaran muy pasadas o totalmente estropeadas, con lo cual en Europa no se las consideraba tan exquisitas; un tercer factor pudo ser la falta de aclimatación a los climas no tropicales. En este sentido es conocido el enorme esfuerzo que hicieron los botánicos ingleses para conseguir cultivar piñas tropicales, y los pocos resultados conseguidos.

No obstante, algunas frutas, como la piña precisamente, cautivaron a los descubridores; sabemos que cuando se enviaron unas ananás al Rey Fernando el Católico, éste las calificó de excelentes a pesar de que sólo llegó una en buen estado y no pudo enviarla al Papa como era su deseo.

Esta fruta fue de las más importantes que se encontraron los europeos y distinguieron fácilmente al llegar al continente americano, teniendo en cuenta que eran demasiadas variedades para ser controladas en los primeros años de la colonización, sobre todo por la falta de pericia de los narradores. El padre José de Acosta, persona meticulosa e informada, expresa la dificultad de la descripción de los diversos géneros de frutales:

No es posible relatar todas las frutas y árboles de Indias, pues de muchas no tengo memoria, y de muchas más tampoco tengo noticia, y aun de las que me ocurren parece cosa de cansancio discurrir por todas. Pues se hallan otros géneros de frutales y frutas más groseras, como las que llaman lúcumas, de cuya fruta dicen por refrán que es madera disimulada; también los pacayes o guabas y hobos y nueces, que llaman encarceladas, que a muchos les parece ser nogales de la misma especie que son los de España; y aún dicen que si los traspusiesen de unas partes a otras a menudo, que vendrían a dar las nueces al mismo modo que las de España, porque por ser silvestres dan la fruta así, que apenas se puede gozar.

Originaria de Brasil y Paraguay, se desarrolla en climas calientes y de gran humedad. Esta fruta fue de las primeras que llegaron a España y también a Italia, pues su textura era de las que mejor permitía resistir un viaje largo desde América. Además del Rey Fernando, también se sabe que el emperador Carlos tuvo ocasión de probarlas, y aunque no llegó a hacerlo, alabó su aroma. Años después Fernández de Oviedo la elogió hasta tal punto que, dijo, superaba las maravillosas frutas del Rey Fernando de Nápoles, las del duque de Ferrara en el río Po o las de Ludovico el Moro. Estas anécdotas indican el grado de popularidad que alcanzó esta fruta desde el primer momento del descubrimiento, pues ya Colón las cita en su segundo viaje cuando llega a la isla de Guadalupe. No sólo en España fueron alabadas, pues en otros países europeos trataron incluso de cultivarlas, como ya hemos dicho, ocurrió en Londres.

Sobre la piña, nos dice Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias: ?Esta es una de las mas hermosas frutas que yo he visto en todo los que del mundo he andado. A lo menos en España, ni en Francia, ni Inglaterra, Alemania, ni Italia, ni en Sicilia, ni en los otros Estados de la Cesárea Majestad, así como Borgoña, Flandes, Tirol, Ni Holanda, ni Zelanda, y los demás, no hay tan linda fruta??. Los indígenas la llamaban yayama, boniama o yayagua.

Desde entonces aquí ha servido para alegrar mesas y platos y hasta para ser uno de los ingredientes sorpresa de una receta mítica del maestro Arzak como el Changurro con piña.



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