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Cocinero en Serie (Capítulo V, 1ª Entrega)


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Jordi Gimeno

Demasiados cocineros muertos para una casualidad, y la policía empieza a tomarse en serio el asunto, por eso llaman a Pol, para ver si las muertes están relacionadas, pero las pocas pistas de las que se dispone conducen a ninguna parte. Pere ya escogido una nueva víctima.



Pere se encontraba en una zona nueva y elegante de la ciudad; entre dos modernos edificios de oficinas se levantaba un hotel reluciente y nuevo de cinco lujosas estrellas. Un gigante con más de veinte plantas cubiertas de vidrio translúcido, un monumento al nuevo milenio, el mismo que Pere no tenía demasiadas ansias de conocer.

Se había puesto elegante, a tono con la zona para no llamar la atención, pensaba que el traje de los domingos, de color gris como la fachada del hotel, le ayudaría pero cuando entró en el hall se sintió pobre. Le costó dar con la recepción, esa barra pequeña se perdía entre ascensores transparentes, balcones interiores y una vegetación natural y artificial que nacía de extrañas macetas hechas con extraños materiales. Cogió aire y valor y se plantó delante del mostrador, una empleada muy atractiva le sonrió mientras le preguntaba en qué podía ayudarle, él le dijo que quería las tarifas. Al cabo de un minuto ya tenía un folleto con todo sobre el hotel, en el metro le echó un vistazo.

Pasaban de las ocho pero seguía haciendo un calor tan penetrante que apenas se notaba la diferencia entre la calle y el andén, enfrente de su casa se encontró a su amiga Marina que volvía de hacer la compra; comentaron algo del tiempo y acto seguido, ella le preguntó de dónde venía tan bien vestido, como se lo esperaba, le contestó que había estado en el ayuntamiento tramitando una ayuda social. Y Marina le creyó, pues sabía la miseria que cobraba su amigo.

En la tranquilidad de la noche, en la soledad de su única habitación, miró con atención el tríptico del hotel. No le interesaba cuántas suites tenía, ni las vistas panorámicas, tampoco el servicio de guardería, ni las facilidades informáticas para ejecutivos; Pere sólo tenía ojos para los seis restaurantes que el hotel alojaba en sus entrañas. Uno especializado en banquetes, una brasería, uno de inevitable cocina mediterránea, un buffet sólo de mediodías y el buque insignia " Le Corsaire" con dos recién estrenadas estrellas Michelin. Con tanta oferta Pere no acababa de decidirse. ¿Qué chef sería más digno de morir en el trabajo y cómo hacerlo en un sitio donde trabajaban más de mil personas?. Las dudas no le dejaron en paz en toda la noche, pero al final valió la pena.

Salió a la calle con la cabeza clara y las ideas más claras aún. Su próxima víctima sería el chef ejecutivo, un cargo que en ese hotel se debía considerar imprescindible, un trabajo de gestor culinario más cercano al hombre de negocios que al cocinero de fogones, por eso la única forma de llegar hasta él sin levantar sospechas sería como comercial, pero necesitaría mucha suerte. Le estuvo dando vueltas y acabó llegando a la conclusión de que un representante de productos japoneses a lo mejor despertaba la curiosidad de un jefe ejecutivo con ganas de justificar la nómina.

No muy lejos de su casa había un supermercado oriental en el que nunca había puesto los pies. El dependiente le miró mal todo el rato, sobre todo porque no compraba nada pero no paraba de coger folletos, cuando Pere se despidió ni le contestó. Después diseñó unas tarjetas de visita en las imprentas automáticas del metro, un nombre al azar al frente de una empresa fantasma. Con la confianza de quien empieza a tener un plan, llamó al hotel y pidió por su jefe ejecutivo. Después de tres interminables minutos musicales pudo dar con una secretaria que le hablaba desde algún rincón de la sección de compras. Una voz femenina y cálida se tragó que era Joan Plans de "Japan Export" y que ofrecía unos precios sin competencia de las últimas novedades procedentes del imperio del sol naciente. Pere fue de lo más convincente y a punto estuvo de ofrecerle la luna, pues se sentía seguro de sí mismo y lo estaba haciendo muy bien, aunque no le sorprendía, se había pasado la vida viendo desfilar a comerciales alimentarios, unos seres a porcentaje capaces de vender lo que fuera como fuera.

La amable chica se lo creyó todo y, en vez de sugerirle que se dirigiese por escrito al departamento de Food & Beverage, le dijo que llamase mañana, que ella misma se encargaría de comentarle el tema al Executive Chef, Llorenç Morera.


Continuará...


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