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Un Rato en la Feria de Abril 08



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Manolo Rincón



Viernes 11 de abril de 2008, Charco de la Pava, uno de los aparcamientos oficiales de la Feria de Abril, 9:00 p.m. Me dirijo al autobús lanzadera, el cual me llevará a la entrada del recinto ferial. Por el camino de albero me encuentro con gente variopinta, ejecutivos, hippies, raperos, gente de todas las tendencias, todos hacia el mismo destino, todos con la misma disposición a pasarlo bien, todos sin distinción. Bajo del autobús y cojo rumbo a la caseta de la cita acordada.

Conforme me adentro al recinto paseando, me fijo en los puestos de turrón, chufa y coco instalados en la acera colindante a la Calle Infierno y me pregunto, ¿no será esto también parte de la gastronomía de la feria de abril? Recuerdo que desde pequeño existen y, ¿quien no ha comido en la feria algo de estos puestos alguna vez? Por eso creo que merece ser mencionado en este relato.



Sigo caminando y más adelante me encuentro con los puestos de comida caliente, pollos asados, carnes a la brasa, churros y chocolate caliente, entre otros. Aquí ya no son puestos, son casetas abiertas con sus mesas y sus sillas, sus manteles de hule y sus cubiertos de metal, algunos. Todos están juntos, como si de un barrio se tratara, todos con su olor particular a comida y que entre todos crean una zona de calor, que no cierra ni de día ni de noche. Sigo caminando y dejo la zona de la Calle del Infierno, para pasar a la zona de las casetas. Aquí todo es de rayas horizontales, algunas azules, otras rojas, otras verdes, algunas casetas más grandes, otras más pequeñas, pero en todas, gente, mucha gente. Sigo hacia mi destino mientras me cruzo con infinidad de personas por la calle, hasta llegar al número de caseta citada. Consigo entrar después de medio convencer al guarda jurado y por fin, me encuentro con la gente que me esperaba.

Nada más iniciar los saludos pertinentes, me ofrecen una copa de manzanilla, bebida por excelencia del Real. Comienzan las risas y sin darme cuenta me encuentro con un plato de tortilla de patatas, otro de montaditos de lomo y otro de pimientos fritos con sal gorda por encima, ¿habrá algo más simple y rico? No hay que dudar, ni preguntar, simplemente se come y se sigue charlando y riendo. Pasa el tiempo entre guita y guita (brida que llevan las botellas de manzanilla) y alguno de los del grupo se separa del mismo y al cabo de unos 5 minutos vuelve con otros 3 platos, esta vez con calamares del campo (cebolla y pimiento en aros pasados por harina y fritos en aceite caliente), gambas y jamón. Perdona, eran 4 platos, el otro era de queso, es el efecto de la manzanilla comenzaba a surtir efecto. Tocamos todos los temas de charla, que si la lluvia, que si tal, que si cual.



Decidimos movernos de allí, no es bueno quedarse mucho tiempo en una sola caseta, así que tomamos rumbo a otra, dos calles más allá. Esta vez es algo más grande, donde la bebida te la sirven camareros y donde te puedes sentar y comer sobre mantel, bueno, sobre la silla, pero la mesa lleva mantel. Imperdonable aquí no mencionar a nuestros compañeros, camareros y cocineros que durante 8 ó 9 días trabajan a destajo de sol a sol para que todo el mundo pueda estar servido. A ellos se debe el 50% del éxito de la feria, a ellos se deben los empresarios y dueños de las casetas, a ellos, mi admiración y respeto. Como decía, sentados nos quedamos mientras, uno del grupo, se atreve a medio entrelazar una frase donde se aprecia algo así como, ?pon, una jarrita de rebujito (seven up+manzanilla), dos platos de adobo, dos de huevos de codorniz, dos flamenquines y dos de croquetas, por favor (esto que no falte)?. Al cabo de unos 10 minutos todo está ya en la mesa, porque eso sí, rapidez ha de haber, si no sería una locura. Lógicamente, casi todas las cosas que se comen en la feria son medio preparadas antes. Los filetes de lomo para los montaditos están ya hechos a la plancha y metidos en aceite templado, los pinchitos ídem de lo mismo y las croquetas a falta de un golpe de freidora. Es normal, si alguien ha trabajado alguna vez en una Feria de Abril sabe que esto es así y que no cabe de otra manera. Hombre, habrá casetas "súper mega fashion" donde todo se haga al momento, pero a esas no fui yo, así que no puedo opinar. Ahí sí se podría aplicar otro dicho donde se dice que si no conoces a algún sevillano no vengas a la feria, porque no entras en ningún lado. Pero bueno, el ambiente ferial también agudiza el ingenio y seguro que se encuentra alguna manera de entrar en susodichas casetas ?prohibidas?.

Por donde nos quedamos, ah!, ya sé. Nos disponemos a comer todo lo anteriormente dicho con buen clima, risas, algún que otro comentario sobre la comida ?yo al adobo le hecho laurel, pues yo prefiero un poco de pimentón, pero hay que tener cuidado porque quema el aceite antes si lo usas mucho? y con alguno allegado nuevo y conocido que se acerca a saludar y ofrecer alguna vianda más a los allí presentes.

Después de un rato de pura sociedad, decidimos cambiar de aires, nos apetece un ?caldito? (caldo de puchero con hierbabuena), así que nos disponemos a buscarlo dirigiéndonos a la caseta de uno de los miembros del grupo que sabe que allí existe lo que buscamos. Ya a estas alturas no podemos fijarnos tanto en la gente, en lo que nos rodea, así que todos y cada uno llevan su propio ritmo, todos de frente, pero algunos más rezagados y otros más despistados. Al llegar, la misma historia, el cortejo al vigilante jurado para poder entrar. Ya una vez dentro, nos acercamos a la barra como podemos entre el bullicio y allí, sin más, pedimos 5 vasitos de caldo, con su hierbabuena, calentito a rabiar. A partir de aquí ya no hay conversación, no se habla, no se mira, solo se bebe para reavivar el cuerpo. Al tercer o cuarto sorbo, ya notamos los cambios físicos, ya se aprecia otro color en todo. Nos quedamos allí para terminarnos el caldito y después volvemos a salir. El grupo se disuelve, algunos madrugan al día siguiente, otros están ya cansados y otros deciden quedarse un poco más. Me dispongo a coger el camino de vuelta hacia la lanzadera, volviendo a pasar por la calle feria y por consiguiente por todos los puestos que al principio nombré. Me paro en el de churros, es raro que una persona que vaya de vuelta de la feria no se pare en estos puestos, sea la hora que sea, porque nunca cierran, nunca falta ese ?barrio de calor? al principio mencionado. Saludos pertinentes y a comer. Churros: masa de harina, agua y sal con levadura, se fríen con dos palos y se dejan dorar, mientras, el chocolate caliente.



Qué bien te cae esto en el cuerpo, te deja relajado, saciado y preparado para dormir. En la lanzadera, traspuesto, ves amanecer mientras comentas las últimas jugadas de la jornada. Todo el mundo va callado, asomado por las ventanas del autobús mientras fuera, sigue el bullicio y la diversión. Me dirijo a mi coche, no sé dónde está, el charco de la pava es inmenso y puede haber en un día fuerte de feria unos 2.000 coches aparcados, todos iguales, porque cuando los ves todos juntos, todos te parecen iguales.

Busca ahí tu coche después de imaginar este artículo y me cuentas, ok?



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