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Cocina Medieval


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Sandra
¡Quiero chup chup de la cazuela!



Inmersa en mi habitación, nadie lo sabe, pero mantengo una conservación silenciosa con el cocinero del rey de Francia Philippe de Valois, que guisó las patas de cordero que se zamparon el rey y los cortesanos.

Ya veo, me indica el modo de asar un conejo: ? asarás la liebre?, dice, ?y después de asada le descarnarás toda la carne y la picarás sobre el tablero y asentarás la cabeza de la liebre con los cuatro delanteros en el plato, sobre unas rebanadas de pan tostadas..? y cuando sigo leyendo sobre la cocina medieval, me inquietó: debería comprar jengibre en el supermercado, o donde sea, canela, azafrán, gallina, un mortero para las salsas y una balanza para medir las cantidades... seguiré instrucciones precisas y haré una salsa con conejo y avestruz triturados, leche de almendra y cebollas fritas.

¡¡Y juro que nunca más volveré a pasar hambre!! Grito yo.

Leo y aprendo nuevas formas de conservar los alimentos. Las modernas neveras no existían en tiempos de reyes feudales, debían utilizar otros sistemas, como la salazón, quizá un poco peores para el gusto, pero eficaces. Y me digo: si no pudiéramos conservar los alimentos... ¿Qué pasaría? Pasaríamos mucha más hambre porque se pudrirían. Con este razonamiento, tomo conciencia de la importancia del trasto helado de la cocina, que acostumbro a abrir y cerrar cada día sin darle importancia. Las cosas siempre tienen una utilidad más profunda, por así decirlo, de la que a veces aparentan. Es culpa de la falta de conciencia, el no saber de ella.

Bueno, leamos ahora el Libro de Coch, no entero, sino a trozos, que escribió Ruperto de Mola en Toledo, en 1525. Cuanto sabe de la caza, las carnes y pescados de su época. Explica, por ejemplo, lo que es una ?fruta de sartén?, que se hace con queso, hierbabuena, aceite dulce y otros ingredientes.

Diego Granado escribió El libro del arte de cocina, en el año 1699, un año después de que Felipe II muriera en El escorial por culpa de la gula, según dicen, de la lujuria y la suciedad que en aquel entonces caracterizaba los hábitos de los ciudadanos. Qué guarros, diría simplemente para concluir. No se duchaban ni limpiaban la casa, cómo debían oler en la Edad Media, pero dejemos el tema, ya que hablando de comida, son importantes los cinco sentidos: el olfato, el gusto, el tacto...

Y no comían mal en aquel entonces. Diría que vivían muy bien, salvo por las guerras, claro está y las epidemias, por lo demás, tenían a un grupo de campesinos trabajando el campo para ellos (los reyes y señores feudales, me refiero) y toda la vida para ingerir recetas deliciosas de asados, guisos y viandas.



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