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El Café Soluble



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Eva Martín Escobar

El café se ha convertido en un elemento indispensable en la vida de millones de personas que afrontan el día con una taza entre manos. Beberlo es una de las costumbres más popularizadas en el mundo, pero no todos lo hacen de la misma manera. Existen numerosos tipos de café entre los que destacan tres: en grano, de máquina y soluble.
 
Las prisas, el estrés o la simple pereza hacen que a día de hoy una de las variedades de café más utilizadas sea la soluble. Pese a que los orígenes de este brebaje se remontan al siglo XII en Arabia, su versión instantánea no aparecería hasta 1881, cuando el químico norteamericano Satori Kato, inspirado según cuentan en el polvo seco al borde de una taza, lo presentó en la Feria del Mundo Panamericano. Sin embargo, no fue hasta la década de los 50 que este producto se popularizó de la mano de Nescafé, que había retomado el invento de Kato para que los soldados pudieran disfrutar de la bebida en sus puestos de combate durante la II Guerra Mundial.
 
Soluble, en grano o de máquina, una taza de esta bebida se compone en un 99% de agua, por lo que su valor nutricional es prácticamente nulo. Entre los componentes del grano, se encuentran vitaminas, sales minerales y, sobre todo cafeína: 40 miligramos por cada 100 gramos.
Debemos recordar, además, que en concreto la variedad soluble presenta un gran porcentaje de extracto acuoso, pues sin él sería imposible su posterior disolución en agua o en leche.
 
El proceso para la obtención del extracto de café seco que nos permitirá la disolución del café puede hacerse de dos maneras:
 
- Por atomización. Mediante este proceso, se consigue el polvo a partir del café líquido, haciendo unas finas pulverizaciones del mismo en presencia de aire caliente, de forma que se evapora el agua y quedan sólo las partículas de café.
- Liofilización. Para conseguir el polvo, se congela el café líquido, formándose cristales de hielo. Más tarde, a través de un proceso de sublimación, se extraen las partículas del café aplicando presión y temperaturas muy bajas.
 
 
A la hora de conservar nuestro café en polvo, es importante tener en cuenta estos dos consejos para que no pierda su aroma ni su calidad:
 
- Comprar una cantidad acorde con el consumo que hacemos de él. Para ello, debemos tener en cuenta que después de abierto se aconseja consumirlo entre 4 y 6 semanas.
- Para preservar su aroma, debemos almacenarlo en un sitio fresco y seco.
 
Y, para todos aquellos que no sepan cómo preparar un buen café instantáneo, tres sencillos pasos:
 
1. Poner una cucharada de café soluble en la taza, junto con el azúcar o sacarina que deseemos. Si se desea, se puede poner más café (cuanto más cargado lo queramos, más café deberemos poner).
2. Añadir un poco de agua fría y mezclar hasta hacer una pasta.
3. Llenar la taza de agua hirviendo hasta arriba y revolver. 
 
¡A disfrutar!


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